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lunes, 12 de julio de 2010

El Secreto de sus Ojos (2009)


Recuerdo un partido de Boca Juniors en que Maradona ensaya un tiro libre desde la izquierda. El relator dice que no es buen perfil para su zurda, pero Maradona le pega igual, intentando un ángulo externo a la barrera hacia el primer palo del portero. El balón da en el horizontal cuando el portero se encuentra vencido, y el relator grita: “¡¿Qué hiciste Diego?! Sin ti el fútbol es un montón de nada”.
Parece ser que este año se viene pobre en películas de calidad. Y yo estaría tentado a comentar partidos del Mundial de Sudáfrica en lugar de películas, de no ser porque recientemente vi El Secreto de sus Ojos. Es sobre todo en estas épocas de pobreza cuando más se agradece una obra como ésta, magnífica de principio a fin.
Fue esta película y no los partidos de Argentina, con Maradona como DT, lo que me hizo recordar el comentario del relator argentino que mencionaba en el primer párrafo. Porque esta película tiene la pasión del fútbol en las venas, e indaga el tema de la pasión con inusitada profundidad.

La película comienza con Benjamín Espósito (Ricardo Darín), un retirado investigador judicial, esforzándose por escribir el comienzo de una novela que tratará sobre un antiguo caso de homicidio. En busca de ayuda, Espósito recurre a Irene (Soledad Villamil), ex compañera de trabajo que es ahora una destacada jueza. Juntos comienzan a recordar los detalles del caso Morales, ocurrido en 1974, y que tuvo un decisivo efecto en sus vidas.

Espósito explica el inicio de su búsqueda en un mínimo instante de lucidez: “Me vi comiendo solo; me vi, y no me gusté”. El coraje necesario para volver atrás y creer en que es posible encontrar verdad en el pasado, el coraje que sirve como motor de toda esta historia, surge desde esa imagen y desde la pregunta que va asociada: “¿cómo llegué hasta aquí; cómo es vivir una vida llena de nada?”
Esta pregunta conduce a Espósito hacia la figura de dos hombres: Morales (Pablo Rago), un hombre que perdió a su mujer en un brutal asesinato, y quien es para Espósito la personificación de la pasión así como la puerta de entrada para comprender su propia vida; y Gómez (Javier Godino), violador y asesino, y posterior colaborador en el régimen fascista de Isabel Perón.

Desde aquí la historia se desenvuelve en múltiples facetas -como historia de amor, como thriller policial, como indagación político-histórica (el modo en que los personajes se quedan estancados, casi petrificados en esos años, sin poder continuar con sus vidas, es una explícita metáfora de lo ocurrido en Argentina por esa época), incluso como comedia- sin perder de vista el hilo narrativo.
Y ésta es una de las mayores fortalezas de la película: que el director Juan José Campanella logra mantenerse al lado de sus personajes, sorteando las innumerables ocasiones en que podría perderse en las diversas dimensiones que proporciona la historia. La enorme versatilidad de este director (que cuenta, entre otras, participaciones en la dirección de La Ley y el Orden, House MD, y 30 rock) se revela en dos escenas casi opuestas: la persecución de Gómez en el estadio (perseguido al mismo tiempo por los protagonistas y por la cámara, que se mueve como animal en busca de su presa) y el encuentro con éste en el ascensor (una toma estática, que mantiene una insoportable tensión durante interminables segundos). Más aún, pese a contar con un notable guión y un final de lujo, no comete el error de precipitarse a éste, sino que transita paso a paso la historia, con calma y decisión.
Pero volvamos a la historia. Espósito ha decidido volver atrás al momento más decisivo de su vida y recurre a Irene para intentar encontrar a Morales. En esta búsqueda la película muestra cómo la fuerza de un único acontecimiento puede dejar prisioneras a un grupo de personas (o a una sociedad completa), encadenadas a un destino trágico. Pese a que han hecho esfuerzos por continuar con sus vidas –matrimonios y divorcios de por medio- todo aquello parece irreal a la luz de ese pasado.

¿Y qué es lo que busca Espósito en su pasado? No intenta resolver un crimen. Tampoco busca una venganza. Porque de lo que se trata aquí no es de la venganza, sino de la pasión, ya que Espósito sabe que una pasión genuina puede definir una vida humana. Y Espósito busca la pasión perdida en el hombre más apasionado que ha conocido. Pero para que la pasión sea verdaderamente pasión, debe pasar la prueba del tiempo. Y la película nos muestra que sólo hay dos tipos de hombre que logran superar esa prueba: los locos y los genios. Aunque no es claro si existe una real diferencia entre ambos. Si no, pregúntenle a Maradona.
Nota para Eduardo Cesar: Que esta crítica empiece con “Recuerdo un partido de Boca Juniors en que Maradona ensaya un tiro libre desde la izquierda”, no significa que ésa sea la tesis principal que aquí se presenta. Haga el favor de leer el texto completo.

El Hombre sin Nombre

Trailer El Secreto de sus Ojos


Secuencia Estadio

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