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domingo, 27 de junio de 2010

The Hurt Locker (2008) - II


Ya sé que en otra ocasión se habló de The Hurt Locker en este webblog. Lo hizo el El Hombre sin Nombre. Ya sé también que sería de buena educción por lo menos fingir ser respetuoso para con la opinión del compañero. Pasa, aún así,
que sí vuelvo al tema, es con el propósito único de no estar de acuerdo con su mirada. Pero tras haber visto la peli simplemente no me apetece estar de acuerdo con el y de aquí en adelante trataré de encontrar todo lo que pueda servir a mi propósito: no estar de acuerdo con el.

Por las molestias ya le invitaré a un par de cervezas algún día, si es
que él se acerca al viejo continente y si es que yo
tengo dinero para cumplir mi promesa. Pero tengo la peli aún
muy presente en la memoria y eso me hace sentir que mi
opinión es mucho más interesante que la suya.
Espero que alguien ya se esté comiendo las uñas por saber en que terminará
la contienda. Los próximos episodios saldrán gratis en nuestra caja de comentarios (o no…).

En realidad, no solamente no estoy de acuerdo con su mirada. Me incomoda.
No estoy de acuerdo que el conflicto entre James y Sanborn sea el conflicto entre racionabilidad y locura. Me parece más un conflicto entre el miedo y la inconsciencia. Quizás el miedo y la inconsciencia sean armas del mecanismo de sobrevivencia. La cuestión, así, se trata de cual de estas armas del instinto, que uno y otro escogen se muestra como más apropiada para sobrevivir.

Pero con lo que no estoy de acuerdo va un poco más lejos. No creo que la sociedad americana (o cualquier otra) se pueda aprovechar del cine para
entenderse a si misma, lo que es la primera afirmación del artículo del Hombre Sin Nombre. Me parece que afirmar ésto es una frase que suena bien, muy inteligente, y que, de tan críptica, invita a que la aceptemos sin pensar en ello.
El cine, como el arte en general, de algún modo sí entiende a la sociedad, en el momento en que la sociedad se mete dentro del artista y que,
a través del él, se manifiesta. Pero es necesario tener en cuenta que el entendimiento del que hablamos no es un proceso racional. Quizás entendimiento no sea la palabra adecuada. Entender es un proceso cognitivo y el entendimiento del que habla El Hombre Sin Nombre, que ocurre por
ósmosis, se acerca más a la percepción, o captación, algo que de todas formas nace y se desarrolla impulsivamente, igual que el acto de follar cuando el vientre tiembla o coger un vaso y llenarlo de agua cuando nos da sed.

Quizás sea culpa de la palabra ENTENDER, la cual se preste a malas utilizaciónes. Y la utilizamos de un modo tan general que yo caigo en la trampa de decir que el Hombre Sin Nombre no entendió la peli…

Volviendo atrás: el producto final del arte (y el cine, no lo olvidemos, él el séptimo) no siempre es atendible. Su mensaje no siempre es claro, o lineal, y afortunadamente ya hace mucho abandonamos los maniqueísmos típicos del los clásicos: Buenos contra malos, blanco contra negro, etc.
Muchas veces, para que el arte hable con nuestra cognición, necesitamos académicos y críticos literarios, a los cuales muchas veces les toca
incluso explicar la explicación, abordando intenciones del
artista y cosas por el estilo.

Prueba de lo que digo es que al final, es él propio artista quien
necesita tiempo para que él mismo entienda la pureza impulsiva de su propia obra y así poder darle su forma más magnánima. Pero el producto final jamás podrá ser un manifiesto político, o una explicación, o una mirada al espejo. El arte no dispone de mecanismos para llegar a eso, o mejor, no debería disponer de ellos.
Cuando eso pasa y el cine tiene un propósito, deja de ser arte y entra en el campo de la propaganda. La peli es el fin; no el medio para llegar
al fin. Y si Óscar Wilde dijo que todo el arte es inútil, seguramente también lo hizo para no estar de acuerdo con el Hombre Sin Nombre.
Admitir que, de forma casi linear, el arte pueda devolver a la sociedad algún tipo de entendimiento, me parece absurdo. Seria lo mismo que admitir la posibilidad de que un espectador americano, que haya pasado toda su vida metido en el sótano de su casa, donde haya visto todas las pelis que su país haya producido, pueda construir una mirada verdadera de lo que su país és. Más absurdo que ésto solamente la posibilidad de que nosotros,
los no-americanos, tratemos de encontrar esa mirada verdadera a través
de las peli!

En The Hurt Locker, no hay un propósito. No hay un manifiesto político. No hay un entendimiento social. La guerra de Irak suena a escusa para ir más allá del tema guerra y el arte cumpla su deber: existir.
Si el punto del entendimiento era lo fundamental del artículo del Hombre Sin
Nombre (y creo que lo era), creo que he justificado el no estar de
acuerdo con ninguna palabra de lo que dice. Así, pasemos a lo más
interesante: mí mirada.

Transcurría la peli y yo me veía forzado a detenerme continuamente para escribir consideraciones de las que no quería olvidarme. Y hubo fundamentalmente dos puntos que me pusieron contra la pared. El primero, y más obvio, la lentitud paciente con que esta transcurre. El tono es hipnótico y no siempre se sabe si la peli avanza o no, como por ejemplo en la muerte de Beckham en el almacén de explosivos, o durante el
enfrentamiento entre los snipers. Entre un tiro y otro, no pasa casi nada − excepto en la mente de los personajes. Por que en ésta lentitud, se puede ver lo que los personajes piensan. No oír, pero ver. Y en que piensan? Muchas veces, en nada. En otras ocasiones el caos de sus mentes es tan grande que los pensamientos no aportan palabras. Surgen como los representaba Joyce en sus stream of consciousness, aún que Joyce pretendía oírlos. En The Hurt Locker, se pretende verlos.

Volviendo a la escena del enfrentamiento de los snipers, hay un momento en que uno de los personajes parece pensar no merecer tomar el zumo que le tocó tomar. Otro de sus compañeros está metido en una tarea mucho más exigente que la suya y él si que merece beber el zumo. No lo hace. No puede moverse. Así, la forma lenta con la que el primer personaje lleva la pajita a su boca parece decir que el no quiere hacer algo que a lo mejor es injusto. Mira al suelo y tiene sed, pero tarda en beber. En otro momento, se ve lo que piensa ese mismo soldado cuando por primera vez está seguro de que mato a alguien. Sin exageración. Con muy pocos movimientos, ni sonidos, ni mucho menos palabras. Por que éstos pensamientos no tienen palabras, tienen acciones, pequeñas o grandes, que nos dicen que estos son terribles.

En la certeza de no poder exprimir lo que no se conoce, hay que felicitar a los guionistas. Admitiendo que no conocían las palabras del pensamiento, pues no las dijeron – de la misma forma que Kubrick, por no saber hacia
donde iba la evolucion del hombre al final del 2001, decidió ni siquiera intentar enseñarlo para no hacer el ridículo. En vez de decir ésas palabras, la directora trato de aproximarse por intentos, partiendo del caos. Me la imagino dirigiendo a sus actores de una forma muy simple, diciéndoles: “Siente inquietud, ahora mezcla un poco de angustia, ahora un
poco de vació, y ahora vacía tu mente completamente, eso, perfecto,
corte!”
A esta lentitud se opone otra característica, la técnica de la invisibilidad y de lo desconocido, y es la combinación de éstas
dos características la que hace la peli una obra impresionante. La técnica del invisible (no sé si la técnica existe con este nombre o no, lo que no importa mucho) trata de representar pues lo invisible, lo cual, y no será muy difícil admitirlo, siempre será mucho más magnifico que cualquier intento de destaparlo. El ejemplo último de la técnica del invisible será Dios. Si pudiéramos verlo, a lo mejor nos reiríamos todos. Como no lo podemos, pues a rezar. Cuando la cámara de Kathryn Bigelow se rehusa a enseñar más de lo que los solados ven, en ésos planos lentos de las casas, está dando voz a ése invisible, que és el desconocido con que los soldados se confrontan. Siempre en una lentitud que casi los agota – y ésto me hizo pensar en Apocalipse Now.

Cuando la cámara de Copolla desliza por la jungla, representa los ojos de los soldados que suben el río hacia Cambodia. Ni los soldados ni Copolla saben lo que está después de los árboles y la camera está dando voz al desconocido. Que representa ésto? El miedo. Como nunca lo vi representado. Lo que hace las dos pelis tan potentes es el hecho de que lo desconocido siempre será mucho más poderoso que lo conocido.

Eduardo Cesar

Trailer The Hurt Locker

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