AddThis

Bookmark and Share

domingo, 13 de junio de 2010

Fitzcarraldo (1981/82)


En una entrevista concedida seis años después de la filmación de “Fitzcarraldo” nos cuenta Werner Herzog que de la única persona de la que él ha alguna vez aprendido algo fue del actor Klaus Kinski –el protagonista de las películas mas celebradas de Herzog. Para aquel, que sabe algo sobre la tormentosa relación entre ambos, resultará esta afirmación sorprendente. Kinski, en sus ataques de furia, que a veces duraban horas, solía insultarlo y denigrarlo terriblemente. ¿A qué se refiere entonces Herzog, que clase de cosas se pueden aprender de alguien que te trata con desprecio? Pues, justamente aquello! Herzog dice en la misma entrevista: “la humillación pertenece intrínsecamente al proceso de hacer cine. El que no puede aguantar esto, probablemente no pueda hacer películas...eso es lo que aprendí”. Arte y humillación se pertenecen mutuamente. Esto no esta indicado acá para hacer algo de prensa amarilla. No, esto esta señalado por dos razones: la primera es que la relación artística del “dúo infernal” es en todos sus aspectos esencial, solo con Kinski alcanza el cine de Herzog su forma más propia y la segunda razón tiene que ver con la película que aquí nos convoca...

Fitzcarraldo (Klaus Kinski) ha navegado 1.200 kilómetros en una pequeña barca por el amazona tan solo para poder llegar a la millonaria ciudad de Manaos donde se encuentra el teatro de la ópera, y así poder escuchar la voz de uno de los cantantes mas famosos de su época, el gran Enrico Caruso. El amor y la obsesión de Fitzcarraldo por la ópera van aún mucho más allá de este gesto: el desea llevarla a la selva, el quiere que la pequeña Iquitos también pueda recibir a Caruso.

Pero incluso los sueños necesitan ser financiados y sus aventuras pasadas lo han llevado a la completa ruina. Una y otra vez recurre a los poderosos mercaderes de caucho, pero estos, por supuesto, no hacen otra cosa que reírse de él y de su proyecto. Cuando todo parece perdido y la desesperación y locura se ciernen definitivamente sobre Fitzcarraldo, surge una pequeña esperanza: él mismo debe dedicarse al negocio del caucho.

Como es de esperar solo terrenos imposibles de acceder, mas allá de los rápido y de los salvajes habitantes de la selva siguen sin ser explotados. Esto significa que será necesario para él y su tripulación (a su propia imagen y semenjanza) adentrarse hacia el corazón del amazonas y evitar las corrientes innavegables cruzando con el barco por sobre los cerros! Un plan imposible para un proyecto demencial.

El cine de Herzog y Kinski (Aguirre la ira de Dios, Cobra verde, Woitzeck, etc.) parece siempre querer plantearse la misma pregunta: ¿Cuál es la diferencia entre la locura y el heroísmo? La particular forma de este preguntar nos indica inmediatamente que aquí no se busca una respuesta del tipo psiquiatrico, pues la locura clínica jamas puede volverse heroísmo. Herzog pregunta de este modo por que intuye que ambas cosas son una y la misma y que la diferencia no radica en el hombre. Entonces ¿Dónde radica esta? En el mundo. El héroe y el loco ejecutan los mismos actos, son la misma persona, es el mundo el que cambia. Los personajes de Herzog se encuentran en mundos que no les corresponden, desfasados de su tiempo, han sido arrojados en una hora ajena, algunos adelantados otros “póstumos”. Este cine se trata de hombres que lo tienen todo para ser héroes, santos e iluminados, pero que abandonados a su propia suerte en un mundo que nos les corresponde terminan necesariamente convirtiéndose en dementes e idiotas.

...Esta es la segunda razón: la mismeidad entre locura y heroísmo, entre demencia e iluminación y finalmente entre arte y humillación es lo que aprendió Herzog de Kinski...en carne propia.

Duro de Mascar

Trailer Fitzcarraldo

La entrevista

No hay comentarios:

Publicar un comentario