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lunes, 24 de mayo de 2010

The Machinist (2004)


Conversando el otro día con Duro de Mascar y Donnie Manko, les preguntaba si el estimado lector no se confundiría con tanto seudónimo extraño. Ellos me decían que el lector ya estaba confundido y que, de hecho, lo que buscaba no era salir de su confusión, sino más bien revolcarse en ella.

Entonces me quedé pensando en la confusión en el cine. En las películas que manejan la confusión del espectador de una manera precisa e inteligente (como El Club de la Pelea o Sexto Sentido). De las que lo hacen de un modo burdo y ostentoso (como Memento). Y de aquellas que, como The Machinist, se internan genuinamente en un mundo delirante para terminar atrapadas en él. Así que decidí darle algunas vueltas a esta última película para tratar de entender por qué me produjo un impacto tan negativo cuando, en términos generales, había recibido una buena crítica.

The Machinist es la historia de Trevor Reznik (un notable Christian Bale), trabajador de una fábrica que habita una soledad opresiva e inexplicable, y al que vemos deslizarse progresivamente hacia la demencia. Un destino que no nos sorprende, porque lo sabemos inevitable desde el mismo comienzo de la película, en que lo vemos intentar deshacerse torpemente de un cadáver. De este modo, la película instala desde el inicio dos preguntas que en el fondo son una: creemos saber que el protagonista ha cometido un asesinato, y la pregunta que surge espontáneamente es ¿por qué? Más adelante, el post it que aparece en la muralla nos indica que la pregunta es más bien ¿quién es Trevor Reznik? El resto de la película intenta desplegar esas interrogantes de un modo progresivo y metódico.

Y al principio lo hace con éxito: el director Brad Anderson acierta en crear un ambiente desesperante, agotador, y pesadamente onírico. Un ambiente en el que Trevor Reznik deambula desprovisto de toda energía vital, como un muerto andante. O como una máquina, que se mueve hacia adelante sin ningún propósito evidente. Pero lo extraño e inquietante es que Trevor parece tolerar ese estado sin mayores problemas al comienzo. Su insomnio, su emaciación y algunos acontecimientos extraños en su vida, no parecen preocuparlo demasiado. Ni siquiera el accidente que cobra el brazo de un compañero de trabajo termina perturbándolo más de la cuenta. Hasta que aparece Ivan (John Sharian). Su deforme figura, su sonrisa macabra, y la facilidad con que aparece y desaparece, parecen remecer el pálido mundo de Trevor. Es entonces cuando éste se despierta. Quien no ha podido conciliar el sueño durante un año completo, ahora se despierta a una pesadilla que escapa por entero a su comprensión. Y aunque por un instante pareciera intentar aferrarse a lo poco que le queda (su indefinida relación con una prostituta y una mesera), finalmente es claro que sus pasos lo conducirán hacia el camino de la locura.

Hasta ahí, una película razonablemente bien lograda. Sin embargo, en su afán por explicar la progresión hacia la locura, la trama va perdiendo densidad y va ganando en simbolismos sobrecargados e innecesarios. No es claro en qué punto el relato se pierde a sí mismo. Lo que es claro es que, como buena metáfora de sí misma, la película corre como un bólido hacia el despeñadero. Y al final lo único que queda es una sensación de enorme esfuerzo y sacrificio (la figura esquelética de Christian Bale da fiel testimonio de esto) puestos al servicio de un guión que no termina de cuajar completamente. En definitiva, se trata de una película que castiga severamente a su protagonista, que castiga al espectador, y que -no podría ser de otra manera- termina por castigarse a sí misma.

The Machinist termina con lo que pareciera ser su respuesta a todas las preguntas iniciales. Lo que ha sido descrito por cierta crítica como un giro inteligente y sorpresivo termina por apagar las luces de esta película, introduciendo una aparente racionalidad en su presentación de la locura. Los creadores se hacen cargo, demasiado apresuradamente, de responder a las demandas de “lógica” y “coherencia” del espectador. Mala decisión. Una decisión que nos despoja de las preguntas y nos deja sólo con respuestas vacías e inútiles. Pareciera que la inspiración kafkiana de la película no les da sus creadores el valor de seguir con la irracionalidad hasta el final y dejar al espectador con una merecida y satisfactoria confusión.

El Hombre sin Nombre

The Machinist Trailer

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